Durante la actividad «Por una Udelar reflexiva y activa ante el acoso, la violencia y la discriminación», se presentaron los resultados de la primera Encuesta de prevalencia sobre violencias, acoso y discriminación en la Universidad de la República, que arroja datos probabilísticos respecto a esta temática en poblaciones de estudiantes, trabajadoras y trabajadores de la institución. La jornada incluyó mesas de análisis con la participación de destacadas académicas.
Los resultados de la encuesta fueron presentados por Nicolás Fiori y Valeria Regueira, responsables de este trabajo en la Dirección General de Planeamiento (DGPlan) de la Udelar.
Fiori señaló que la presentación solo incluía una selección de los principales resultados de la encuesta, pero esta generó una gran cantidad de información que la DGPlan pone a disposición de los interesados en profundizar sobre esta temática. El contexto y la fundamentación de esta encuesta se enmarca en la política ante la violencia, el acoso y la discriminación (VAD) de la Universidad, tal como explicó el rector Rodrigo Arim en el inicio de la jornada, apuntó. Se solicitó a la DGPlan comenzar a generar datos, insumos que permitieran trazar una línea de base que aporte a la evaluación y diseño de la política sobre VAD, así como generar un mecanismo de autoconocimiento institucional que posibilite «no solo diagnosticar para diseñar mejores dispositivos sino también evaluarnos a lo largo del tiempo».
Para esto en primer lugar, un grupo de trabajo relevó los antecedentes a nivel nacional e internacional referidos al abordaje de esta temática, valorando sus definiciones conceptuales, marcos referenciales y teóricos y aspectos metodológicos, explicó Fiori. Se encontraron experiencias de interés, tales como la Encuesta de Violencia basada en Género y Generaciones que realizó el INE en 2013 y en 2019. Este es un estudio representativo que busca medir las dimensiones de la violencia basada en género que enfrentan las mujeres mayores de 15 años en el Uruguay. Dado su diseño metodológico por encuesta probabilística permite hacer generalizaciones y también comparaciones entre sus resultados y los de la encuesta sobre VAD de la Universidad, indicó.
Otro antecedente que sirvió de referencia para este trabajo fue un estudio sobre acoso realizado en la Universidad Complutense de Madrid en 2018, explicó Fiori, debido a algunos de sus aspectos conceptuales y a la definición de ciertas dimensiones relevadas, aunque no fue un estudio probabilístico. Acotó que encontraron varios relevamientos sobre esta temática en ámbitos universitarios, con diferentes enfoques y metodologías. La Encuesta de salud y calidad de vida de trabajadores y trabajadoras de la Udelar realizada en 2011 también se consideró como antecedente para la encuesta sobre VAD, a la hora de caracterizar dimensiones que describen el ambiente vincular de los y las funcionarias TAS, docentes y estudiantes en su ámbito educativo o laboral.
Con base en los requerimientos de la institución y tomando en cuenta los antecedentes encontrados, se ajustó un diseño metodológico de investigación por encuesta que buscó abarcar «un abordaje integral de las violencias en su más variado espectro», incluyendo discriminación, acoso laboral, acoso y violencia sexual, violencia basada en género, entre otras, explicó Fiori.
Un segundo grupo de trabajo, conformado con representantes de la DGPlan, el Rectorado y el Prorrectorado de Gestión, se enfocó en el desarrollo conceptual de esta encuesta. Posteriormente se avanzó en un proceso de validación académica con el trabajo de la doctora Alejandra López -profesora de la Facultad de Psicología y especialista en temáticas de género-, lo que permitió realizar algunos ajustes en el instrumento creado.
Primera en el país
«Esta es la primera encuesta sistemática que una institución de las características de la Universidad realiza a nivel país», expresó Fiori, no se conoce la existencia de estudios similares en otras organizaciones de este tipo.
Destacó que la llamada primera encuesta sobre VAD en la Udelar incluyó en realidad tres encuestas aplicadas en forma simultánea entre estudiantes, docentes y funcionariado técnico, administrativo y de servicios (TAS). «Estamos llegando a tres poblaciones muy distintas y para cada una de ellas hay una especificación particular del formulario, del instrumento, y un diseño muestral en particular», observó, «y los insumos que surjan servirán a quienes diseñan las políticas específicas, que también tienen abordajes diferenciales».
El primer objetivo de esta encuesta fue estimar la prevalencia del fenómeno de las violencias, consideradas de acuerdo a las definiciones que se plantearon durante esta jornada, señaló. Se buscó caracterizar cada una de estas situaciones y además se entendió oportuno indagar sobre la percepción de riesgo de la población universitaria, a través de algunas preguntas de opinión.
La encuesta fue de participación voluntaria y de tipo autoadministrada, y se desarrolló entre el 1° y el 25 de junio de 2021. Se utilizó el sistema de formularios autogestionados de la Universidad desarrollado por el Servicio Central de Informática en conjunto con DGPlan, puntualizó.
En su diseño se contempló una muestra específica para cada una de las tres poblaciones mencionadas, explicó Fiori. Además, dada la temática a abordar había un conocimiento previo de la importancia de diferenciar grupos dentro de cada una de estas poblaciones, por tanto se configuró un diseño muestral estratificado. Por ejemplo, dentro de la población de estudiantes se diferenció entre aquellos que eran recién ingresados y los de otras generaciones, mientras que en el caso de la población docente se conformaron dos estratos según los grados académicos, por una parte los grados 1 y 2, y por otra los grados 3, 4 y 5. Algo similar se realizó en la población de TAS, pero en este caso la determinación de los estratos se realizó según el ámbito donde las y los trabajadores desempeñaban las tareas.
Fiori explicó que el Hospital de Clínicas (HC) concentra cerca del 45% de todos los funcionarios y funcionarias TAS de la Udelar. Dada esa característica y debido a que desempeñan sus tareas en un ámbito diferente al del resto de los servicios universitarios, se decidió generar un estrato particular para la población TAS el HC y otro para el resto de los funcionarios y funcionarias TAS.
Balance y anonimato
Considerando todas las poblaciones, participaron en esta encuesta aproximadamente 2700 personas, señaló Fiori. En cuanto al nivel de precisión al interior de cada uno de los estratos, «el margen de error máximo que podemos obtener es de 4.5 %, lo cual creemos que es aceptable», puntualizó.
Respecto a la fuente de datos y el trabajo de campo para la encuesta, indicó que en forma previa se hicieron extracciones en los sistemas administrativos y de registro estadístico de la Universidad, como el sistema de Bedelías, el Sistema Integral de Administración de Personal y los relevamientos continuos estadísticos. Esto permitió la confección de «un buen marco muestral» que permitiera conocer las características de las personas que componían la población; de esta forma fue posible comparar si el conjunto de quienes respondieron la encuesta estaba balanceado con el de aquellas personas que no la respondieron, lo que «desde el punto de vista técnico es fundamental», enfatizó.
Fiori destacó que, si bien la normativa nacional vigente establece la confidencialidad en el tratamiento de los datos, dada la sensibilidad de los temas considerados en esta encuesta la Universidad decidió anonimizar los datos previo a su procesamiento y análisis. Esto fue comunicado en la difusión sobre este relevamiento para dar las máximas garantías a quienes iban a responder «una encuesta que indagaba aspectos muy sensibles que podrían llegar a ser removedores de situaciones de violencia vividas». También se indicó que la encuesta no era un canal de denuncia sino que el propósito era construir estadísticas que nos permitieran conocernos como Universidad.
La encuesta tuvo distintos módulos, uno de caracterización general «sobre el convivir de los universitarios en los ámbitos educativos y laborales», módulos específicos que relevaron para cada uno de los tipos de violencias, módulos de caracterización de esas violencias, de perfil de los agresores, y algunas preguntas sobre la búsqueda de ayudas, las respuestas institucionales y las consecuencias que tuvo haber vivenciado esas violencias. Por último se incluyeron módulos de percepción de riesgo y opinión.
Finalmente, Fiori explicó que se presentaban resultados para las poblaciones de estudiantes, de docentes y de funcionariado TAS, pero en este último caso no se consideró a quienes trabajan en el HC «porque la tasa de respuesta en esta población fue muy baja, no teníamos un buen balance entre quienes respondieron y los que no lo hicieron, entonces los resultados tenían un riesgo de presentar algún sesgo y ante ese escenario preferimos no presentarlos. No son generalizables al conjunto de trabajadores y trabajadoras del hospital».
Poblaciones y tipos de violencias
Valeria Regueira señaló que la encuesta fue extensa y se pueden obtener muchos resultados, por lo que presentaron los más prevalentes y a la interna de la muestra. En cuanto a los resultados que arrojó la encuesta a los y las estudiantes, indicó que 65,4% manifestó que el clima en la Udelar es agradable, el 30,6% manifestó que es neutro y el 4% que es desagradable.
El porcentaje de estudiantes que manifestaron haberse sentido discriminados en la Universidad fue de 12,5% y al desagregar por sexo se diferenció entre 13,4% de mujeres y 10,8% de varones. En cuanto al tipo de discriminación sufrida, indicó que el 45,3% de los estudiantes respondió que fue por género; en segundo y en tercer lugar se encuentra la discriminación por situación social o económica y aspecto físico, respectivamente.
Con respecto a la violencia sexual o por razón de género, el 16,4% -entre hombres y mujeres- manifestó haberla recibido y entre algunas de las situaciones, se planteó que fue por «haber sido ignorados o menospreciados en el ámbito educativo, por haber recibido insinuaciones sexuales o insultos a través de redes sociales, haber tenido propuestas sexuales, que hayan tocado su cuerpo sin su consentimiento o haber recibido chistes con esta connotación, entre otras». Al desagregar los resultados por sexo se visualiza «una desigualdad importante de una relación de cinco mujeres por cada varón que sufrió agresiones», apuntó Regueira.
Además, se releva que más del 90% de esas agresiones provienen de varones y casi la mitad de los y las estudiantes respondieron que su agresor fue un docente, por tanto, «se visualiza una relación de poder detrás de este número», puntualizó. Considerando a los y las estudiantes que respondieron afirmativamente haber recibido violencia, el 22,8% dijo que es la primera vez que contaba lo que sucedió mientras que el 77,2% expresó haber hablado con alguien de su confianza. De acuerdo a las consecuencias que la violencia tuvo en el estudiantado, se relevan consecuencias emocionales como la ansiedad y la angustia, en segundo término el efecto de la pérdida de motivación para estudiar y en tercer lugar el descenso del rendimiento académico, indicó.
Específicamente sobre la violencia hacia las estudiantes mujeres (datos obtenidos en preguntas realizadas solo a estas), resaltó que el 38% de ellas afirmó haber sufrido algún tipo de violencia por ser mujer y que casi el 22% cree tener menor presencia académica por ser mujer, 15 % destaca haber recibido gestos o comentarios peyorativos y 15,4 % que se ignoraron sus aportes. Del 22% de estudiantes mujeres que han sufrido algún tipo de violencia por razón de género, casi 43% dijo haber sufrido al menos una de las violencia hacia la mujer y por razón sexual o de género, especificó.
Población docente
El 64,8% de los y las docentes expresaron que trabajan en un clima «agradable», el 27,8% entiende que el clima es «neutro» y el 7,4% que es «desagradable». Casi el 20% de los docentes respondió haberse sentido discriminado alguna vez en la Universidad y analizada esa cifra por sexo, representa un 26,2% de mujeres y un 11,4% de varones, señaló Regueira. Con respecto al tipo de discriminación, la principal es por sexo, en segundo lugar la edad y en tercero la situación social o económica. De los y las docentes que manifestaron haber sufrido algún tipo de violencia, el 30,4% son mujeres y el 6,5% son varones, mientras que con respecto a los autores de las agresiones, el 90,2% son varones y casi 73% son directivos o colegas de mayor rango, «nuevamente una relación de asimetría existe en estos números», apuntó.
Entre las y los docentes que sufrieron algún tipo de violencia, el 25% manifestó que contó lo que vivió por primera vez en esta la encuesta y casi 75% que ya había conversado con alguien sobre el tema. Con respecto a las consecuencias, la principal es el descenso de la satisfacción laboral, en segundo lugar se encuentran las emocionales y en tercer lugar, el descenso de la productividad laboral.
Regueira indicó que en cuanto a las mujeres, más de la mitad de las docentes sufrió violencia por ser mujer y a las mencionadas razones para estudiantes «se suman las que refieren al embarazo y la lactancia como el impedimento a tener medio horario, o a la negación del derecho al día libre para hacerse el PAP», agregó. Asimismo, más del 30% de las mujeres manifestó que cree tener menos presencia laboral por ser mujer y un 58% de las docentes confesó que sufrió al menos un tipo de violencia por razón sexual o de género o violencia hacia la mujer.
Funcionarias y funcionarios TAS
En cuanto a los y las funcionarias TAS, la encuesta visualizó que 60% del funcionariado caracteriza el clima de la Udelar como agradable, 28,2% como neutro y 11,8% como desagradable. Además, el 26,7% de esta población manifestó haberse sentido discriminada en algún momento y discriminando esta cifra por sexo, el 30,9% son mujeres y el 20% varones.
En cuanto a los tipos de discriminación, el principal es por razones de género, el segundo por su situación social o económica y el tercero refiere a la edad, señaló Regueira. Con respecto a la violencia sexual o por razón de género, el 23,2% del funcionariado respondió haber vivido alguna de las situaciones de violencia sexual o por razón de género y dentro de este grupo,28,6% son mujeres y 14,7% varones, especificó. Con respecto a los autores de las agresiones, más del 80% son varones y el 66,3% directivos o colegas de mayor grado o rango.
Sobre la búsqueda de ayuda, el 17,6% evidenció que se expresó sobre situaciones de violencia por primera vez en esta encuesta, mientras que el 82,4% ya había intercambiado con alguien sobre lo ocurrido. Con respecto a las consecuencias sufridas, la principal es un descenso de la satisfacción laboral, en segundo lugar la violencia tuvo efectos emocionales y en tercero un deterioro de las relaciones sociales.
En cuanto a la violencia hacia las mujeres, casi 40% de la funcionarias TAS sufrió algún tipo de violencia por el hecho de ser mujer y el 25,2% destaca que «se han dirigido hacia ellas utilizando gestos o comentarios peyorativos generando un ambiente intimidatorio y entre estas situaciones se encuentran, como en las docentes, situaciones de violencia por embarazos, lactancia y tener menos presencia laboral», planteó Regueira. Por último, el 47,6% de las funcionarias sufrió al menos una de las violencias hacia la mujer y/o por razón sexual o de género.
Síntesis
Asimismo, Regueira resaltó algunos otros importantes resultados que arrojó la encuesta. Explicó que tanto estudiantes como docentes y funcionariado TAS creen que respecto a otros entornos, la posibilidad de ocurrencia de situaciones de acoso sexual en el ámbito universitario es la misma.
El 48,3% de estudiantes, el 48,2% de docentes y el 41,5% las y los funcionarios TAS entienden que ante una situación hipotética de acoso, tendría algún tipo de riesgo en el caso de denunciar, señaló. Regueira observó también que ante una situación hipotética de acoso, el 55,5% de estudiantes, el 45,9% de docentes y 50,8% de TAS consideran que el agresor terminaría siendo sancionado en caso de denuncia, pero «en todos los casos las mujeres creen menos de que va a haber una sanción».
Por otro lado, a junio de 2021 el 15,9% de estudiantes, 37,4% de docentes y el 48,3% de TAS conocen el Protocolo de actuación ante situaciones de violencia, acoso y discriminación. En síntesis, de la encuesta se desprende que «en las tres poblaciones el principial tipo de discriminación que han sufrido es por género y los principales agresores son varones y personas con mayor jerarquía o poder», aseguró. Además, los principales motivos para no denunciar también son comunes: la persona considera que «es un hecho sin importancia» o «cree que no va a generar ninguna consecuencia», informó.
Respecto a las definiciones sobre el acoso, Regueira puntualizó que este estudio se fundamentó en el trabajo de Rocío Pérez Guardo. Esta autora distingue dos tipos: el «acoso técnico», que refiere a si se han experimentado situaciones que se puedan considerar como acoso, indistintamente que la persona que es acosada la reconozca como tal, y el «acoso declarado», que es la declaración expresa, consciente o directa identificando situaciones de acoso.
La actividad continuó con una mesa de reflexión donde participaron Alejandra López, profesora Titular Facultad de Psicología, María Goñi, integrante del Observatorio para la Igualdad de Género de la Udelar y Susana Rostagnol, docente y delegada en el Consejo Directivo Central.
Infografía Encuesta VAD – Docentes.pdf
Infografía Encuesta VAD – Estudiantes.pdf
Infografía Encuesta VAD – Funcionariado TAS.pdf