Se recibió como licenciada en Psicología de la Universidad de la República (Udelar) en el año 2014 y en 2018 obtuvo el magíster en Ciencias Biológicas opción Neurociencias del programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba). Actualmente cursa una especialización en Psicoterapia Cognitiva-Conductual y un doctorado en Ciencias Biológicas opción Neurociencias.
En el año 2015 ingresó a la Facultad de Psicología como funcionaria y en la actualidad integra el grupo de trabajo del programa Visiones de la Psicopatología Clínica del Instituto de Psicología Clínica. Además, es integrante del equipo organizador de la Semana del Cerebro en Uruguay.
Integra el equipo de trabajo detrás de la línea de investigación “Cronobiología” y “Neurociencia cognitiva y salud mental” y coordina los proyectos de investigación y desarrollo “Estudio de la relación entre el sistema circadiano y el trastorno depresivo mayor” y “Estudio de las bases neurales de las comparaciones sociales en personas con depresión y ansiedad social mediante potenciales evocados”.
Su interés científico y profesional se ubica principalmente en le área de la psicología experimental y la neurociencia cognitiva. Es allí donde ha producido diversos textos como los artículos arbitrados “Longitudinal changes in depression and anxiety during COVID-19 crisis in Uruguay”, “Social avoidance in depression: A study using a social decision-making task” y “Effect of self-esteem on social interactions during the Ultimatum Game”.
Temas de interés:
- Depresión
- Ansiedad
- Autoestima
- Sistema circadiano
- Sueño
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Cuando el reloj interno se altera, ¿se rompe también el ánimo? Estudio uruguayo investiga qué trastorno desencadena el otro
La “pregunta del millón”, como la llamó la docente de la Facultad de Psicología de la Udelar y doctora en Ciencias Biológicas Valentina Paz: ¿qué viene primero, las perturbaciones del sueño o la ansiedad y la depresión? En otras palabras, investigó si los ritmos circadianos —cambios físicos, mentales y conductuales que siguen un ciclo de alrededor de 24 horas y responden, principalmente, a la luz y la oscuridad del ambiente— están asociados a los síntomas depresivos, en particular en jóvenes uruguayos. ¿Duermen mal porque están deprimidos o se deprimen porque duermen mal?
Luego de analizar el sueño de 51 voluntarios, Paz reconoce que se le “abrieron más preguntas”, aunque halló elementos que respaldan su hipótesis: aquellos jóvenes que manifestaban síntomas de depresión registraron peor calidad del sueño, más insomnio y, por lo tanto, menos horas de descanso, entre otros aspectos. Si bien concluye que la depresión está profundamente asociada con alteraciones circadianas, aún no se puede establecer una relación causal. Es decir, no está claro cuál de los trastornos desencadena al otro.
Aunque la relación entre la depresión y los trastornos del sueño está documentada desde hace décadas —al punto de formar parte de los criterios diagnósticos estándar—, Paz buscó ir un paso más allá. En su tesis se propuso identificar con mayor precisión qué tipos específicos de alteraciones del sueño están más estrechamente vinculados a los síntomas depresivos. “Muchas veces se habla de alteraciones del sueño, pero no se han estudiado en detalle. Quería ver si alguna de ellas estaba más asociada a la depresión que otras”, explicó. Además, a diferencia de otros trabajos que se apoyan en una sola técnica —como la actimetría o la medición de melatonina—, su investigación combinó múltiples metodologías para abordar la pregunta desde distintas dimensiones.
El experimento.
Para investigar la relación entre el sistema circadiano y la depresión, Paz, en conjunto con el Grupo Cronobiología de la Udelar, diseñó un estudio con 51 voluntarios de entre 18 y 34 años. Convocó a estudiantes universitarios y egresados sin diagnóstico formal de depresión. Para seleccionarlos, aplicó el Inventario de Depresión de Beck —un cuestionario autoadministrado— y realizó entrevistas clínicas que permitieron identificar distintos niveles de sintomatología depresiva. Así detectó que 22 de los participantes presentaban síntomas: el 18,2% eran leves, el 54,5% moderados y el 27,3% severos.
El uso de psicofármacos fue un criterio de exclusión, ya que estos afectan tanto el estado de ánimo como el sueño. Algunos participantes estaban en psicoterapia o tenían diagnósticos previos, pero ninguno tomaba medicación.
El protocolo incluyó cuestionarios sobre estado de ánimo, ansiedad, calidad del sueño, preferencias circadianas e insomnio. Luego, durante 10 días, los participantes usaron un actímetro —similar a un reloj pulsera— para registrar sus ciclos de actividad y descanso. La fase final se realizó en un hotel del centro de Montevideo, donde pasaron una noche bajo condiciones controladas.
Desde las seis de la tarde hasta la medianoche, cada hora debían entregar una muestra de saliva para medir los niveles de melatonina, la hormona que se eleva al anochecer y prepara al cuerpo para dormir. Durante ese período no podían usar pantallas ni exponerse a luces intensas. Dormían en habitaciones individuales, sin contacto entre ellos, y al despertar entregaban tres muestras más para medir el cortisol, la hormona del estrés. Para evitar interferencias, las comidas también fueron controladas: durante las 24 horas previas y durante su estadía.
Más preguntas.
Una de las asociaciones más sólidas que se encontró fue entre la depresión y el insomnio, un trastorno complejo que puede implicar dificultades para conciliar el sueño, mantenerlo o despertar demasiado temprano.
Sin embargo, los hallazgos no fueron del todo lineales.
Al evaluar la fase circadiana mediante cuestionarios, actimetría y análisis de melatonina en saliva (considerada tradicionalmente como el “indicador dorado” del sistema circadiano), Paz indicó: “Esperábamos encontrar un retraso en la fase circadiana en los participantes con síntomas depresivos, pero no fue tan claro: algunos instrumentos mostraron ese retraso y otros no”, explicó a El País.
Esa discrepancia la llevó a plantear que, quizás, la melatonina no sea un buen marcador de fase en personas con alteraciones circadianas complejas, como aquellas que atraviesan síntomas depresivos. Además de sus limitaciones prácticas —el análisis es costoso y el protocolo muy exigente—, su fiabilidad podría estar comprometida en este tipo de población. Este hallazgo pone en cuestión el uso clínico de este biomarcador y abre una nueva línea de investigación sobre cómo evaluar mejor los ritmos circadianos en personas con depresión.
La doctora en Ciencias Biológicas se propone ahora examinar más a fondo qué tipos de síntomas de insomnio están más estrechamente ligados a los cuadros depresivos: ¿es la dificultad para dormirse?, ¿despertarse en medio de la noche?, ¿o una sensación generalizada de sueño no reparador? También quiere profundizar qué sucede con el sueño en el caso de la depresión posparto.
Además, señala que otra línea de investigación futura apunta a entender mejor el papel de la ansiedad. En su tesis, recientemente defendida para obtener su doctorado en el marco del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba), realizó algunos análisis preliminares que sugieren que tanto la ansiedad como la depresión podrían compartir mecanismos relacionados con las alteraciones del sueño. Indagar en estas perturbaciones podría ofrecer pistas clave para prevenir o tratar estos trastornos de forma más efectiva.
“Muchas veces se habla de la alimentación o del ejercicio, pero el sueño no está en la agenda pública y es esencial”, advirtió Paz. A menudo se lo percibe como “una pérdida de tiempo” o como algo recuperable los fines de semana. Sin embargo, la evidencia muestra que las funciones que se cumplen durante el sueño —como la consolidación de la memoria, la limpieza metabólica del cerebro y la regulación emocional— no se recuperan del todo.
La pandemia de COVID-19 expuso, a juicio de la experta, aún más la fragilidad del bienestar psíquico global, con un aumento significativo en los diagnósticos de depresión.
En este sentido, Paz insiste en que incorporar la mirada del sueño y los ritmos biológicos a las estrategias terapéuticas puede ser clave para enfrentar estos desafíos de manera más integral.