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Adolescencia: entre lo que se dice y lo que se vive

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El conversatorio Entre la realidad y la ficción: ‘Adolescencia’ desde la Psicología de la Salud buscó abrir preguntas sobre cómo entendemos la adolescencia y qué tensiones surgen entre lo que la cultura imagina y lo que los jóvenes viven en su día a día. La actividad, presentada por Carolina Farías y moderada por Valeria Piriz, reunió a docentes e investigadores del Instituto de Psicología de la Salud que reflexionaron sobre la serie de televisión “Adolescencia” y lo vincularon con su práctica clínica y académica.

El encuentro se realizó en el aula magna Juan Carlos Carrasco de la Facultad de Psicología y fue transmitido en vivo por el canal institucional de YouTube.

Carolina Farías y Valeria Piriz dieron la bienvenida, destacando la articulación entre los tres programas del Instituto de Psicología de la Salud. Farías subrayó la importancia de generar un espacio común para reflexionar sobre la adolescencia desde diversas perspectivas, a partir de marcos teóricos compartidos. Piriz, por su parte, señaló la ausencia de representantes adolescentes integrantes del Consejo Asesor y Consultivo Departamental de Montevideo del INAU, proponiendo pensar esa falta como un punto problemático que evidencia tensiones entre la mirada adulta y la voz joven, así como los desafíos de construir desde la psicología de la salud y no desde la patología o desde lo negativo.
 

La adolescencia como trama de relaciones

La docente Daniela Díaz (integrante del Programa Desarrollo Psicológico y Psicología Evolutiva) propuso pensar la adolescencia desde una perspectiva relacional y sistémica al señalar que “no hay tal cosa como un adolescente” (inspirada en la frase de Winnicott “no hay tal cosa como un bebé”), en el sentido de que un adolescente se constituye en interacción con otros. Desde la psicología del desarrollo, explicó que cada joven está inserto en múltiples sistemas —familia, liceo, pares, justicia y redes sociales— cuya desconexión puede generar factores de riesgo. Analizó cómo, en la serie Adolescencia, se evidencia una falta de comunicación entre estos ámbitos, especialmente entre familia y escuela, junto con una escasa presencia de referentes adultos y una institución educativa poco saludable.

Díaz también reflexionó sobre el papel de los adultos y la necesidad de reconstruir lazos intergeneracionales. Retomando la metáfora de Françoise Dolto, comparó la adolescencia con una “langosta sin caparazón”, vulnerable mientras forma una nueva identidad. Destacó que los adultos no deben ni pueden “abdicar”, sino mantenerse disponibles y sostener al adolescente, aun sin gratificación inmediata. Concluyó que promover puentes entre sistemas —familia, liceo y comunidad— y abrir canales de comunicación genuinos es clave para acompañar el desarrollo y fortalecer la salud mental de los jóvenes.
 

Conflictos: género, redes y trauma social

El docente Néstor Rodríguez (integrante del Programa Género, sexualidad y salud reproductiva) propuso tres ejes de análisis para pensar la serie Adolescencia: las tensiones entre instituciones formales y entornos virtuales, las relaciones de género y generaciones, y los modos de abordar el trauma social. Señaló que el género debía pensarse en clave relacional, evitando aislar los estudios sobre masculinidades de los de género, y que la serie ponía en evidencia la crisis del sistema de relaciones de género más que la de los varones en particular.

También destacó la ausencia de la salud como actor institucional en la narrativa, limitada a su subordinación al sistema judicial. Esa omisión, vinculada al silencio entre el mundo adulto y el adolescente, reveló un vacío de interlocución que los entornos digitales tienden a ocupar. Subrayó la necesidad de revisar cómo las instituciones acompañan las adolescencias atravesadas por el cambio y el conflicto social.

Rodríguez sostuvo que la serie invita a revisar los modos en que se abordan las situaciones traumáticas, a menudo desde respuestas punitivas o de aislamiento. Cuestionó la tendencia a reducir la resolución de los conflictos sociales a los ámbitos judiciales y propuso pensar el trauma como fenómeno también colectivo y social. En ese sentido, llamó a revisar el papel de las instituciones educativas y del Estado en el acompañamiento de jóvenes y familias ante situaciones de violencia o pérdida.
 

Lo digital y lo humano: subjetividades en tiempos de algoritmo

Por su parte, el profesor Pablo López (integrante del Programa Género, sexualidad y salud reproductiva), centró su intervención en los efectos de los entornos digitales sobre la vida cotidiana, la subjetividad y las relaciones interpersonales. Señaló que los dispositivos tecnológicos no solo median la comunicación, sino que también interactúan y “aprenden” de los comportamientos de los usuarios y devuelven estímulos personalizados, configurando nuevas formas de vínculo y de percepción de la realidad.

Desde una mirada crítica, advirtió sobre los efectos de la “algoritmización” de la opinión y las dinámicas corporativas que orientan la atención y el intercambio social. Defendió la necesidad de comprender críticamente los impactos de las tecnologías y las lógicas corporativas sobre la atención, la convivencia y la vida cotidiana.

Por otro lado, señaló que la serie refleja un escenario distinto al del contexto educativo uruguayo, ya que —según su experiencia— los adolescentes locales suelen mostrar empatía y sensibilidad ante el sufrimiento ajeno, lo que marca una diferencia significativa respecto a la representación que muestra la ficción.
 

La insoportable fragilidad de lo humano

Finalmente, el profesor Luis Giménez (coordinador del Programa Concepciones, Determinantes y Políticas) inició su intervención con un gesto provocador: leyó una descripción detallada de Adolescencia que había sido generada por una inteligencia artificial. Explicó luego que el ejercicio buscaba evidenciar cómo estos programas pueden ofrecer respuestas “tan fáciles como engañosas” y advertir sobre el riesgo de aceptar sin crítica los discursos automatizados. A partir de esta experiencia, propuso reflexionar sobre la creciente naturalización de las tecnologías y sobre el modo en que estas configuran nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos.

Desde la psicología de la salud, Giménez propuso pensar la serie como una representación de la fragilidad humana ante las transformaciones tecnológicas y sociales. Retomó la novela Frankenstein para plantear el paralelo entre la creación que escapa al control del inventor y una sociedad que produce condiciones de violencia y desconexión. Consideró que Adolescencia interpela al mundo adulto al poner en escena la crisis del cuidado, la incomunicación y la desprotección en que crecen muchos jóvenes.

En su análisis final, destacó que la serie no debía abordarse desde la psicopatología ni desde la búsqueda de culpables, sino como síntoma de una crisis colectiva. Cuestionó la soledad contemporánea y los efectos de la hiperconexión digital sobre la subjetividad, retomando la idea de Jonathan Haidt en su libro “La generación ansiosa”. Señaló que el cuidado de la vida no puede recaer solo en las familias o individuos, sino que requiere políticas públicas frente a corporaciones que condicionan la existencia cotidiana. Cerró afirmando que Adolescencia “nos recuerda nuestra insoportable fragilidad” y, con ella, la necesidad de reconstruir humanidad a través del cuidado.

 

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Publicado el Lunes 17 Noviembre, 2025

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