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Chemsex, algoritmos y estigmas: una disputa por el sentido

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Frente al avance de los discursos prohibicionistas y a la creciente influencia de las inteligencias artificiales en la producción de sentido, An Millet propuso repensar las prácticas que combinan drogas y sexualidad desde una perspectiva situada, crítica y no patologizante. “Si no hay beneficios, hablar de riesgo pierde sentido”, afirmó, cuestionando la lógica dominante centrada en el daño y la amenaza, y reivindicando el derecho a construir definiciones propias desde el Sur global.

La ponencia de Millet, especialista en salud mental y consumo problemático, se desarrolló en el marco de la conferencia Sexo, drogas e inteligencia artificial, organizada por el Centro de Referencia Amigable (CRAm) de la Facultad de Psicología y la Junta Nacional de Drogas. La actividad tuvo lugar en el salón Élida Tuana y se transmitió en vivo por el canal de YouTube de la Facultad.

Los aportes de la mesa 

La docente de la Facultad y coordinadora del Área de Formación de la Secretaría Nacional de Drogas, Leticia Aszkinas, propuso pensar críticamente la creciente medicalización del placer y el lugar de las drogas en las prácticas sexuales contemporáneas. Cuestionó la idea de que maximizar la experiencia sexual requiera necesariamente del consumo de sustancias, y advirtió sobre el riesgo de que la sexualidad quede capturada por la lógica del fármaco. “El placer no está necesariamente mediado por sustancias”, sostuvo, al tiempo que destacó la necesidad de promover espacios de consulta no médicos, acceso a información de calidad y dispositivos que contemplen los riesgos sin omitir los beneficios.

Por su parte, el docente Gonzalo Gelpi valoró la exposición como una invitación metodológica a pensar críticamente cualquier fenómeno social. Destacó que Millet no idealizó ni demonizó a las inteligencias artificiales, sino que ofreció herramientas para abordarlas sin renunciar a la reflexión. “El problema aparece cuando dejamos de querer pensar”, expresó. Además, alertó sobre la creciente desautorización de los saberes personales frente al avance de herramientas como ChatGPT, lo que consideró un síntoma de la pérdida de confianza en las propias experiencias vitales.

Repensar el riesgo, reconstruir el sentido 

Millet abrió su presentación con un llamado a defender lo público y a resistir los retrocesos en materia de derechos en contextos políticos adversos. Contó que su trabajo surgió como parte de una diplomatura en políticas de drogas y derechos humanos, y que consistió en confrontar a tres inteligencias artificiales con la pregunta “¿Qué es el chemsex?”. Analizó sus respuestas desde una perspectiva crítica, y señaló que todas reforzaban discursos centrados en el riesgo. “Una IA llegó a decir que si conocés a alguien que practica chemsex, hay que buscar ayuda profesional. ¿Ya le mandamos un patrullero?”, ironizó.

A partir de ese insumo, organizó su reflexión en tres interrogantes: ¿qué es el chemsex y quién lo define?, ¿cómo construyen verdad las inteligencias artificiales?, y ¿cómo es posible crear discursos que ofrezcan herramientas en lugar de amenazas? Contrastó las respuestas automatizadas con definiciones construidas por organizaciones como Échele Cabeza o Intercambios, que trabajan desde la reducción de riesgos y daños. Reivindicó la importancia de generar definiciones propias, afirmando que “cada término responde a intereses y relaciones distintas con la práctica”.

Construir definiciones propias, no importadas

Desde una mirada geopolítica, Millet cuestionó la circulación vertical de conceptos creados en el norte global y presentados como verdades universales. “¿Queremos importar el término chemsex o crear otro para nombrar nuestras prácticas?”, se preguntó. Retomó el concepto de injusticia epistémica para denunciar que la mayor parte de los textos que alimentan a las IAs responden a visiones conservadoras, patologizantes y estigmatizantes, que refuerzan estereotipos y obstaculizan el acceso a información y cuidados. Reclamó que los Estados asuman un rol activo en el desarrollo de modelos éticos y abiertos.

Finalmente, propuso pensar el riesgo como parte de una tríada junto al beneficio y el cuidado. Comparó el tratamiento del consumo de drogas con otros ámbitos donde el riesgo se considera deseable o incluso formativo, como los deportes o los viajes. “La pregunta no es si hay riesgo, sino qué beneficios se buscan y qué cuidados son necesarios”, señaló. Cerró reivindicando herramientas de la sociedad civil, como la “regla de tres” para evaluar prácticas, y celebró el valor político de sostener preguntas: “No traigo conclusiones, traigo preguntas. ¿Cómo construimos perspectivas que no sean amenazantes y, en cambio, otorguen herramientas?”.

Al finalizar la actividad, se habilitó un espacio de intercambio de ideas entre los presentes, donde se compartieron reflexiones, preguntas y agradecimientos que enriquecieron la jornada.

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Publicado el Jueves 14 Agosto, 2025

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