El 27 de mayo se realizó el conversatorio “Cuidar la vida en contextos de violencia territorial” en el aula magna “Juan Carlos Carrasco” de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Udelar). La actividad fue organizada por el curso la Psicología Social y el Problema de lo Colectivo (MAS V) y se transmitió en vivo a través del canal institucional de la Facultad en YouTube.
Durante la jornada intervinieron la docente de la Facultad Alicia Rodríguez, la integrante del Programa Integral Metropolitano (PIM) Lucía Abbadie, y los representantes del colectivo La Vida Vale, Elva Núñez y Enrique Illas, quienes apuntaron a visibilizar las formas colectivas de sostener la vida en contextos atravesados por la violencia.
Alicia Rodríguez contextualizó el conversatorio recordando el impacto que tuvo en el equipo docente del curso La psicología social y el problema de lo colectivo un episodio de violencia extrema: el asesinato de un adolescente y varios niños heridos en Montevideo. Afirmó que esas balas “no son perdidas” y denunció una violencia que afecta especialmente a las infancias y adolescencias. Rechazó las respuestas punitivistas y propuso una reflexión desde la colectividad: “Nadie se salva solo”. Invitó a pensar en entramados comunitarios y formas de cuidado que resistan la lógica neoliberal, colonial y patriarcal, que “niega la vida en todos sus términos”.
Rodríguez también propuso superar un enfoque simplista que equipara violencia con inseguridad, y planteó preguntas clave para guiar la discusión: ¿cómo nacen las resistencias comunitarias? ¿Qué condiciones sostienen la organización en escenarios devastadores?
Casavalle y la dignidad en la resistencia
Elba Núñez explicó que el colectivo La Vida Vale surgió en la cuenca de Casavalle tras el asesinato de dos jóvenes. La comunidad, ya acostumbrada a la participación colectiva, se reunió para procesar el dolor sin replicar la violencia. “Ninguna violencia puede engendrar paz”, expresó. Denunció que, aunque hubo inversiones en infraestructura, la violencia letal impidió su uso: “Los niños hacen cuerpo a tierra en la placita, en el CAIF, en la escuela”.
Contó que el colectivo pasó de reclamar cámaras de seguridad a comprender que la raíz del problema era estructural: “Cuando no sabés si esta noche vas a comer, eso es violencia”. Frente a la desatención estatal, insistió en la necesidad del buen vivir, ese donde los niños puedan jugar sin miedo. Al explicar el nombre del colectivo, recordó una pregunta dolorosa: “¿Cuánto valemos, para quién valemos?” y reafirmó: “La vida vale, todas las vidas valen en este país”.
Sentido de pertenecer y justicia social
Enrique Illas profundizó en el sentido político y emocional del trabajo colectivo. Sostuvo que “la muerte puede ser el principio de algo nuevo” y que el resentimiento nace del hambre, la estigmatización y la falta de oportunidades. Denunció que un joven puede ir preso por llevar una dosis de droga, mientras otros que roban millones no pisan una cárcel. Citó al exfiscal Jorge Díaz: “Las leyes las hacen los ricos para encarcelar a los pobres”.
Illas subrayó la importancia de generar redes desde lo horizontal y desde el reconocimiento de cada voz. “Todos tenemos la necesidad de pertenecer y ser pertenecidos”, dijo. Destacó como consigna fundacional del colectivo: “Transformemos el dolor en esperanza”. Consideró que el “mundo de las oportunidades” es una fantasía que legitima la exclusión y llamó a rechazar el lugar de descarte al que se relega a los sectores populares.
Territorio, Estado y autogestión
Lucía Abbadie, desde su experiencia en el PIM, ofreció un análisis que articuló datos estadísticos, trabajo territorial y crítica estructural. Señaló que en barrios como Casavalle casi la mitad de la población vive por debajo de la línea de pobreza. Denunció las profundas desigualdades territoriales: “En algunos lugares, el 49 % está en situación de pobreza; en otros es casi cero”. Reivindicó el rol de los entramados comunitarios autogestivos, como el Espacio Plaza, que aún logran sostener vida en contextos adversos.
Además, problematizó el rol del Estado: “No es que el Estado no esté, sino cómo está”. Denunció que su presencia se manifestó en forma de represión, como los piquetes policiales. Defendió la necesidad de políticas públicas articuladas con las dinámicas territoriales y cuestionó las lógicas verticalistas: “Cuando las políticas públicas imponen tensiones, terminan vaciando los colectivos”. También planteó que la informalidad –en trabajo, vivienda y educación– no es un fenómeno marginal, sino constitutivo de nuestras sociedades.
El conversatorio concluyó con una ronda abierta de diálogo entre los presentes, donde se compartieron inquietudes, experiencias y propuestas en un clima horizontal y reflexivo. Este espacio buscó construir colectivamente nuevas formas de cuidar y sostener la vida en contextos marcados por la violencia y la desigualdad.