Docentes, investigadores, profesionales y estudiantes se reunieron para reflexionar sobre los desafíos actuales de la crianza, la educación y el cuidado de las infancias en el marco de las VIII Jornadas de Primera Infancia y Educación Inicial – 6° Encuentro Internacional, organizadas por el Programa de Primera Infancia y Educación Inicial del Instituto de Psicología, Educación y
Desarrollo Humano de la Facultad de Psicología.
En el primer día se llevaron a cabo la mesa de apertura, presentaciones de trabajos y una conferencia central en la que participaron principalmente docentes y exdocentes de la Facultad, así como invitados.
Abrir la mirada: la infancia como urgencia
En la apertura, el decano Enrico Irrazábal valoró la centralidad de la primera infancia en los debates nacionales y recordó sus inicios como educador en salas de bebés. Planteó que las infancias constituían un problema de primer orden en Uruguay y que la universidad debía asumir la responsabilidad de interrogarse sobre “qué hacemos con todo lo que sabemos ahora”.
La directora del Instituto de Psicología, Educación y Desarrollo Humano, Cecilia Baroni, habló desde la conmoción por hechos recientes de violencia, destacando que uno de cada tres niños sufría violencia psicológica y dos de cada cinco violencia física. Invitó a sostener preguntas antes que certezas, a no perder la capacidad de afectarse y a seguir produciendo prácticas que acompañen. En la misma línea, la coordinadora del Programa de Primera Infancia y Educación Inicial, Paola Silva, insistió en no quedarse en el horror sino en construir respuestas colectivas desde la educación inicial, primer eslabón entre las familias y las instituciones. Señaló que muchos adultos llegaban a la crianza “rotos, heridos, sin las habilidades suficientes para sostener a un niño más pequeño”.
Por su parte, Gabriela Etchebehere ofreció una mirada histórica, recordando las primeras jornadas en 2007 y la trayectoria del programa. Subrayó que lo sembrado entonces “sigue andando, reconfigurándose y enriqueciendo”, con el mismo horizonte de garantizar los derechos de niños y niñas. Celebró que la propuesta haya crecido en fuerza y continuidad, con nuevas generaciones que le daban impulso y renovaban el compromiso colectivo.
Cuidado, desarrollo y participación: perspectivas desde la psicología y la educación
Posteriormente, se dio lugar a una mesa de presentación de trabajos en la que participaron las profesoras Silva y Verónica Cambón, la docente Silvana Quintana y el exdecano Víctor Giorgi.
Cambón presentó la Escala de Evaluación de la Organización de Comportamientos de Cuidado en Familias (EOOCC-F), construida y validada en su tesis doctoral. Explicó que se basaba en la teoría del apego y buscaba evaluar dimensiones como sensibilidad, disponibilidad emocional, perspectiva del niño y capacidad reguladora del adulto. Subrayó que la escala debía ser “sencilla, culturalmente situada y respetuosa de nuestras infancias”. Señaló que el aporte principal fue mostrar cómo estas dimensiones se entrelazaban para generar ambientes propicios al desarrollo infantil, e invitó a otros equipos a tomar y mejorar la herramienta.
Por su parte, Quintana compartió su investigación sobre la trayectoria educativa de niños y niñas nacidos en pandemia, aún en curso. Señaló que la mayoría de estudios previos se centraban en la mirada adulta, mientras que su proyecto buscaba recoger directamente las voces de los propios niños. Relató que muchos daban cuenta de lo ocurrido: una niña decía que “cuando había pandemia no podías salir porque contagiabas a la gente, no podías jugar, no podías hacer nada”. Su enfoque cualitativo, basado en técnicas participativas, pretendía visibilizar cómo estas generaciones atravesaron el aislamiento, la pérdida de redes y las limitaciones en su derecho a la educación y al juego.
En su ponencia, Silva presentó investigaciones sobre el agotamiento parental, entendido como el desgaste físico y emocional de los adultos que crían. Mostró cómo la fragilidad de muchos padres y madres se reflejaba en su dificultad para sostener procesos de cuidado sensibles, lo que hacía necesario un acompañamiento activo desde los centros de primera infancia. Reivindicó el papel de estas instituciones como espacios de sostén no solo para niños, sino también para las familias, planteando que “muchas veces no encontramos en nosotros las habilidades suficientes para cuidar, y allí los centros cumplen un rol clave”.
Finalmente, Giorgi defendió la figura del psicólogo como promotor de salud en la educación inicial, recuperando una tradición que integraba lo clínico con lo comunitario. Señaló que el trabajo debía orientarse no solo a niños y niñas, sino también a familias y docentes, construyendo colectivamente comunidades protectoras. Retomó una idea que ha sostenido a lo largo de su trayectoria: que la psicología universitaria debía “poner sus conocimientos al servicio de la gente para reconstruir la vida y abrir el horizonte”, enraizándose en los territorios y en la experiencia cotidiana.
El apego como derecho de cada niño
Para finalizar, se llevó a cabo la conferencia central Bases seguras y relaciones sensibles, a cargo de la invitada colombiana, psicóloga y magíster en educación, Sandra Juliana Plata, quien abordó el papel de las relaciones sensibles en la construcción de bases seguras para la primera infancia. La ponente explicó que el apego permitía a los niños desarrollar confianza, autorregulación y expectativas positivas sobre el mundo: “El apego no es un lujo, es un derecho de cada niño a ser cuidado de manera sensible y consistente”.
Plata destacó que la calidad del cuidado temprano impactaba en el aprendizaje, la socialización y la salud mental. Sostuvo que la sensibilidad y la respuesta regulada de los adultos funcionaban como pilares que habilitaban a los niños a explorar, jugar y aprender, cimentando así su bienestar presente y futuro.
Finalmente, planteó que la crianza y la educación no podían recaer solo en las familias. Propuso avanzar hacia comunidades corresponsables donde instituciones, educadores y familias compartieran la tarea de sostener a los niños. Señaló que este horizonte debía traducirse en políticas públicas que situaran la dimensión relacional del cuidado en el centro de la agenda social.