Cómo ciertas experiencias infantiles, marcadas por la pérdida o el desamparo, dejan huellas que no se inscriben como recuerdos sino como marcas traumáticas, fue el punto central de la ponencia brindada por Gabriel Donzino en el marco de la conferencia Infancia, trauma, lo traumático y pérdida precoz. Apoyado en una lectura crítica del psicoanálisis y su transmisión, Donzino propuso pensar lo traumático no como un hecho, sino como aquello que irrumpe en la subjetividad sin ser representado.
Esta conferencia, desarrollada en la Facultad de Psicología el pasado 18 de junio, fue organizada por la Maestría en Psicología Clínica y el Centro de Investigación Clínica en Psicología (CIC-P).
Gabriel Donzino, psicólogo psicoanalista y docente en numerosas universidades argentinas, inició su exposición con un cuestionamiento a la idea de infancia como una etapa evolutiva cerrada. La propuso, en cambio, como una pregunta abierta que atraviesa la vida. Advirtió que el trauma no remite necesariamente a un acontecimiento concreto, sino a un exceso de experiencia para el cual no hay palabras. En ese sentido, afirmó: “El trauma es lo que no se puede decir, pero que insiste”. Esta concepción alejó al psicoanálisis de una lógica clasificatoria y lo aproximó a una escucha más singular.
Pérdidas que fundan y heridas que no cicatrizan
Donzino abordó el impacto de las pérdidas precoces, especialmente en los primeros tiempos de constitución psíquica. Aclaró que no toda pérdida produce un trauma, pero que ciertas ausencias tempranas, cuando no logran ser representadas, generan un vacío estructurante. Subrayó que estas experiencias pueden organizar la vida psíquica en torno a una herida imposible de simbolizar. “Lo traumático no se recuerda; se repite, se actúa, se encarna”, dijo, y puso en cuestión los modos en que se suele abordar el sufrimiento infantil desde discursos patologizantes.
A lo largo de la conferencia, Donzino se mostró crítico de las formas clínicas que buscan producir efectos inmediatos sobre los niños y niñas. Cuestionó la idea de intervención como acción correctiva y sostuvo que, muchas veces, en nombre del cuidado, se generan nuevas formas de violencia simbólica. “¿Qué queremos decir cuando decimos que vamos a intervenir?”, preguntó, y apuntó a la necesidad de revisar las prácticas institucionales desde una ética del deseo y no desde la urgencia por normalizar.
La transmisión del psicoanálisis: entre el saber y la escucha
El ponente también reflexionó sobre cómo se transmite el psicoanálisis y alertó sobre el riesgo de que se convierta en un conjunto de saberes técnicos desconectados de la experiencia clínica. Reivindicó el lugar del analista como alguien que no interpreta desde un saber cerrado, sino que se implica en una posición de escucha. “Transmisión no es repetir lo que otros dijeron. Es hacer algo con eso”, afirmó. En ese marco, apostó por una clínica que se sostenga en la pregunta y no en la certeza.
En el cierre, Donzino retomó la figura del niño o la niña no como objeto de análisis, sino como resto que interpela. Propuso pensar la infancia como lo que escapa a las categorías y desarma las certezas. “Ese niño que no habla, que no responde, que no encaja… es una pregunta que no cesa”, señaló. Con esta imagen, dejó abierto un espacio para pensar la clínica no como una técnica de resolución, sino como una práctica de acompañamiento en lo desconocido.
Finalmente, tuvo lugar un espacio de intercambio de preguntas y respuestas, que enriqueció la actividad con el surgimiento de nuevas interrogantes.