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La salud mental como disputa de sentidos: el desafío de Amarante a los límites de la Psiquiatría

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En el cierre del III Congreso Internacional de Psicología, Paulo Amarante llamó a cuestionar las bases mismas del paradigma psiquiátrico y advirtió que “imaginar otros mundos posibles” implica disputar sentidos, revisar prácticas y recuperar una mirada compleja sobre el sufrimiento humano. Desde la crítica al manicomio hasta la denuncia de la medicalización y la “necropolítica” contemporánea, su intervención invitó a repensar la salud mental como un campo profundamente político, donde la dignidad, la justicia social y la vida en común deben volver a ubicarse en el centro.

Este acto de clausura se realizó el 29 de noviembre en el Aula Magna de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República y estuvo presentado por la docente Gabriela Etcheverry y la integrante del Comité Organizador Rossana Blanco. La instancia marcó el cierre de tres días de actividades académicas, artísticas y políticas que reunieron a más de mil participantes nacionales e internacionales. El broche final fue la conferencia de Paulo Amarante, referente central de la Reforma Psiquiátrica brasileña y figura clave en la defensa de los derechos humanos en salud mental.
 

Un Congreso pensado como experiencia de salud

En el inicio de la actividad, Rossana Blanco y Gabriela Etcheverry repasaron el proceso colectivo que permitió construir el Congreso y destacaron que surgió como respuesta a un contexto marcado por la centralidad de la salud mental en 2025, “una oportunidad para compartir, pensar y proponer acciones”. Contaron que el comité comenzó a trabajar a mediados de 2024, que integró a docentes, estudiantes, egresadas/os y funcionarias/os, y que lograron consensos en un tema “controversial y con muchísimas aristas”.

Además, explicaron que querían un congreso que fuera en sí mismo una experiencia de salud: político, artístico, interdisciplinario y abierto al territorio. Celebraron la diversidad de actividades, el compromiso del funcionariado y de los estudiantes, y la participación de 1.200 personas, y agradecieron dicha participación.

Amarante abrió su intervención con una breve autodescripción, una práctica común en Brasil, y recordó el clima difícil vivido durante la pandemia y el “pandemonio” político representado por el entonces presidente Jair Bolsonaro. Dijo que vivió ese período con pánico, especialmente porque percibió amenazas contra derechos conquistados en cuarenta años de militancia. Recordó también su participación en la creación del Sistema Único de Saúde (SUS) en 1979, fruto de un sueño colectivo de “otro mundo posible”, basado en el acceso universal, la participación social y la salud como derecho.

“El hospicio creó la psiquiatría”: una crítica a los fundamentos del campo

El investigador explicó que eligió hablar de “reforma psiquiátrica” y no de “reforma de salud mental” porque lo que está en disputa es el paradigma psiquiátrico. Señaló que la psiquiatría fundó nociones como alienación, peligrosidad, incurabilidad o cronicidad, y sostuvo que “el hospicio creó la psiquiatría, no al revés”, retomando ideas de Foucault. Subrayó que el asilo funcionó históricamente como una institución de exclusión legitimada por un saber que pretendía ser científico, en continuidad con prácticas de control social.

Amarante retomó la crítica de Franco Basaglia y recordó que, al visitar Brasil en los años 70, el italiano describió los grandes hospitales psiquiátricos como “campos de concentración”, más cercanos al exterminio que al tratamiento. Señaló que Brasil llegó a tener alrededor de 80 mil personas internadas y mencionó el caso del manicomio de Juqueri, con más de 20 mil internos. Dijo que en esos espacios prevalecían la violencia, la alta mortalidad y una “necropolítica” que gestionaba vidas consideradas prescindibles.

La trampa de la felicidad: crítica a la medicalización del malestar

Luego desarrolló su crítica a la medicalización. Señaló que, para muchos, la salud mental se convirtió en sinónimo de felicidad, bienestar o ausencia de dolor, una visión que transforma cualquier malestar en síntoma. Retomó autores como María Aparecida Moisés y Allen Frances para mostrar cómo distintos “intelectuales orgánicos” de la industria farmacéutica enseñaron a las personas a interpretar su sufrimiento como patología. Subrayó además el concepto de disease mongering, es decir, la fabricación social de enfermedades.

El invitado brasileño afirmó que la psiquiatría contemporánea empobreció su propio campo al reducirlo a una búsqueda desesperada de sustratos orgánicos. Recordó que, cuando él se formó, la psiquiatría dialogaba con el psicoanálisis, la filosofía, la psicología, la antropología y el arte. Señaló que hoy existe “terror” dentro del establecimiento psiquiátrico frente a cualquier crítica interdisciplinaria, pese a que no existe evidencia sólida sobre los llamados “marcadores biológicos” de los trastornos mentales.

Finalmente, sostuvo que la psiquiatría cambió de discurso sin cambiar de práctica: tras el cuestionamiento a la teoría del desequilibrio químico, algunos psiquiatras empezaron a hablar de “defectos en el circuito cerebral” para mantener la idea de causalidad orgánica. Concluyó que imaginar “otros mundos posibles” exige enfrentar la hegemonía del conocimiento psiquiátrico, discutir sus fundamentos y recuperar una comprensión compleja del sufrimiento humano, capaz de integrar dimensiones políticas, sociales y culturales.

 

 

 

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Publicado el Viernes 12 Diciembre, 2025

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