En el salón de actos “Élida Tuana” de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República se realizó, el 19 de mayo, la presentación de avances de la investigación "La paradoja de la inclusión y la diferencia, una mirada intersubjetiva", en una actividad organizada por el Centro de Investigación Clínica en Psicología (CIC-P) y el programa Problemáticas Clínicas de la Infancia y la Adolescencia del Instituto de Psicología Clínica .
Durante la actividad, que se transmitió en vivo por el canal de la Facultad en YouTube, el magíster en Psicología Social, docente e investigador chileno, Antonio Moreno Obando, compartió aspectos teóricos y metodológicos de su investigación doctoral, donde implementó una intervención lúdica para reconocer las diferencias culturales, cognitivas y emocionales de estudiantes dentro de un programa de integración escolar.
Moreno Obando abrió su exposición con una reflexión sobre el lugar que ocupa la noción de inclusión en las prácticas institucionales, especialmente en el ámbito educativo. Señaló que muchas veces la inclusión se plantea como una consigna moral sin atender sus efectos concretos, y que “se promueve un discurso de inclusión que no resiste el menor análisis ético-político”. Puso en cuestión la idea de que incluir sea, en sí misma, una acción virtuosa, si no se considera la diferencia como elemento constitutivo del lazo social. A partir de allí, propuso pensar la inclusión desde una perspectiva intersubjetiva y crítica.
La discapacidad como efecto del vínculo
El invitado trazó una genealogía de la categoría “discapacidad” para mostrar cómo se fue consolidando una mirada que individualiza el problema, desvinculándolo de sus causas sociales y estructurales. Planteó que la discapacidad no existe como entidad en sí, sino como resultado de una relación fallida entre sujeto, entorno y mirada institucional. Para ilustrarlo, mencionó: “la discapacidad aparece cuando el medio no puede sostener la diferencia”. Criticó la lógica integradora que tiende a “normalizar” al sujeto y lo obliga a adaptarse, sin cuestionar las condiciones que lo excluyen.
En ese sentido, destacó que la inclusión muchas veces opera como un modo sofisticado de exclusión. Sostuvo que se construyen dispositivos de inclusión que refuerzan la segregación, al encasillar a los sujetos bajo etiquetas, diagnósticos o trayectorias diferenciales. Denunció que estas prácticas apelan a una falsa neutralidad técnica y borran la dimensión política del vínculo pedagógico. “El problema no está en el niño, sino en lo que la escuela no puede hacer con él”, afirmó para retomar casos concretos de trabajo institucional. Para él, el abordaje de la diferencia requiere una ética del encuentro, no de la corrección.
Una clínica de la diferencia
Finalmente, llamó a producir una clínica institucional capaz de abrir preguntas y no de cerrar sentidos. Afirmó que el trabajo con la diferencia implicaba desarmar certezas, resistir a la tentación clasificatoria y crear condiciones reales de hospitalidad. Propuso una mirada intersubjetiva que no fije identidades, sino que habilite modos singulares de habitar las instituciones. Cerró su intervención con una invitación a “volver a pensar qué entendemos por inclusión” y a no repetir discursos tranquilizadores que encubren prácticas de exclusión legitimadas.